domingo, 4 de marzo de 2018

Shissss...SILENCIO.

Yo misma

Debería callarme y no hacer ruido. No quejarme y hacer lo que dice el resto del mundo. Debería haber nacido sumisa, ir todos los domingos a misa y no llevar escote en mi camisa. Pero no lo hice.
Debería haber jugado con muñecas y ni por asomo, soñar con canicas. Debería morderme la lengua cuando algo me parece mal, de hecho, nada debería parecerme mal; y asentir con la cabeza agachada a cualquier orden mandada. Tenía que haber llevado falda larga, cuello alto y no ir maquillada.  Debí aprender a cocinar, a coser y limpiar, que la casa reluciese las 24 horas del día y ser la perfecta ama de casa, la perfecta criada que no está pagada.
Debí esperar a mi marido borracho para ponerle las zapatillas, limpiar sus miserias y aguantar gritos, más de un golpe e insultos y ser el postre de sus más bajos deseos, porque el primer y el segundo plato ya lo había devorado.
Debería haberme callado, no estudiar y mucho menos trabajar.  No pensar, no sentir y a todo asentir. Qué pena que no nací muda, ni ciega…ni refinada, que nací más bien obstinada y en voz alta y en estéreo, lancé mi primer llanto de guerra, diciendo: Aquí estoy yo.
Y me dio por hablar, por pensar y decidir por mí misma. Y salí contestona, protestona, escupiendo verdades envenenadas,con uñas de gata salvaje y dientes afilados. 
Y crecí entre pequeños coches de hierro, pelotas de baloncesto, de fútbol y trepando árboles. Crecí con piedras en los bolsillos y con algún que otro palo en la mano, dejando aquellas muñecas inertes a un lado. Y me dio por desobedecer al macho Alfa, mearme en todos los rincones y marcar mi territorio para exigir respeto. Para exigir igualdad.
Que no vine a este mundo a servir, ni mucho menos a ser el felpudo y la proyección de las frustraciones de nadie.
Debería de haberme callado, ser esclava en la casa, señora en la calle y puta en la cama.  Pero no, soy insolente, orgullosa, libre y mis sabanas las enreda quien a mí me da la gana.
Soy imperfecta, hecha a retales de mis antepasadas, de los jirones de las brujas que quemaron en la hoguera, de los surcos en la piel de las mujeres del campo y la mar. Estoy cosida a las cicatrices de mis abuelas, agarrada a los pliegues del alma de mi madre y cultivada en la tierra que será de mis hijas, semillas de un camino con más espinas que rosas.
Debería haber callado mi boca, grapado mis labios tanto los superiores como los inferiores y someterme a Dios y su iglesia. Debí aprender a rezar y ser virgen entregada en sacrificio a cualquier rufián. Pero no lo hice.
Sin embargo, blasfemo a diario y tomo el nombre de cualquier Divinidad en vano. Que nunca me gustaron las cruces, sobre todo esas que se llevan a las espaldas por los pecados de otros.
Tenía que haberme quedado en el más profundo letargo intelectual, ser ignorante y no saciar mi curiosidad. Pero me dio por leer, por preferir un libro que a un marido, por gustarme la poesía y si es erótica mejor. Y las noches me enseñaron a escribir, a arañar el centro de mi gravedad, a sacar de mi lo visceral y a arrancarme las entrañas a golpe de tinta y versos; esbozar con letras mi parte más textual.
Debería callarme, para estar más guapa… ¿debería?: NO.

Deberían callarse aquellos que nos quieren hacer callar, esos que quieren Cenicientas embalsamadas, el plato de comida en la mesa y atarnos a la pata de la cama. Esos que venden nuestras almas al mejor postor, esos que van en procesión a ahogar sus culpas tras un vaso de alcohol y luego piden por su alma oscura al Señor. A esos, a todos ellos a los que su ego les crece por debajo de la bragueta para convertirse en cobardía e hipocresía, les digo:

-¡¡¡Shisssss!!!.....SILENCIO, AQUÍ EN ESTE TEMPLO QUE ES MI CUERPO, MI MENTE Y MI ALMA…AQUÍ,  MANDO YO.

Sonia Abellán Montero© .

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