lunes, 16 de octubre de 2017

La aprendiz.

Yo que soy una aprendiz, de la vida, del amor y otras adicciones emocionales, a veces, caigo en la tentación de perderme entre versos mal escritos y puntos suspensivos puestos en el lugar equivocado.
No sé de hacerlo de otra manera, quizás por cobardía encuentro mi refugio en la soledad de cuatro rimas mal sonantes y en la búsqueda del amor a la antigua, ese que se hace con el alma, se besa con la mirada y prende en llamas debajo de la piel, allí donde late la sangre, donde hierve la carne.
Vivo en un cuento donde el "erase una vez..." pasó a mejor vida, prefiero empezar la historia en "algún día" por aquello del deseo desesperado de que llegue ese dichoso día.
Me trasformo "entre comillas" en una caricia infinita, "entre paréntesis" te abrazo sin descanso, hago que los besos sean "punto y a parte", sacio el hambre del deseo con una "coma" y  una pasión desbordada la convierto en algo de lo más "textual".
Yo que me siento ínfima, como una partícula de nada, crezco en otras vidas y convivo con mi otras personalidades: la valiente, la segura de si misma, la loca, la necia, la apasionada, la pervertida, la soñadora, la melancólica, la obsesiva impulsiva, la racional, la tímida, la celosa, la promiscua...y la niña. Todas esas mujeres andan sueltas y de vez en cuando se sientan juntas para enseñarse el mundo, para enseñarse las cicatrices, lamerse las heridas y confesarse las intimidades mas profundas.
Y una grita, la otra llora, aquella calla y la de más allá de ríe a carcajadas. Ellas son así, perfectamente imperfectas, acertadamente desatinadas; insaciablemente humanas. Y me gusta verlas las unas con las otras, cuando están juntas,  vaciando sus almas alrededor de la hoguera de las calamidades; solo entonces, son ellas mismas....soy yo misma,  aceptando cada uno de mis defectos y agradeciendo cada una de mis virtudes. Poniéndome en el lugar que corresponde, ese lugar que quizás, quizás que no es lo mismo que probablemente, llegue "algún día".
Y ese día, a lo mejor me atreva a darte una flor, a cubrir de pétalos al mismísimo desamor y a decirte en un poema con voz temblorosa, que sigo sin saber, porque ya no creo en el amor. O sí.


Sonia Abellán Montero ©.



Tamara Gonzalez Ruiz ©