miércoles, 29 de marzo de 2017

Mis puntos cardinales


A veces una se levanta con esa sensación huérfana de abandono. Veo las noticias y más abandonada y desolada me siento. Siempre me acuerdo de mis puntos cardinales, de mis abuelos, de los cuatro; tuve la inmensa suerte de tener cuatro personas maravillosas de referente en las esquinas de mi cuna. Pero en días como hoy os tengo más presente, aunque haciendo honor a la verdad toda mi vida habéis estado y estaréis en mi día a día, os he querido y quiero tanto que mi pena es no habéroslo dicho y demostrado más a menudo. Aunque tengo esa esperanza, ese consuelo que os fuisteis sabiendo lo importantes que sois para mí. Os fuisteis los cuatro habiendo sufrido penurias y calamidades, cuando la España se tornaba negra y pensar en voz alta era pecado y hasta delito, tuvimos suerte ya que ninguno perdió su vida por intentar ser libres.
Fuisteis guerreros y guerreras, el hambre os sacudía el estómago día si y día también, no tuvisteis el derecho a la infancia, os duro tan poco que crecisteis de golpe y en vez de ir a la escuela y coger un lápiz, cogisteis herramientas de trabajo y tabaco de liar en vez de caramelos. Yo tuve de todo, nada me faltó, gracias a mis padres que tuvieron todo lo que vosotros pudisteis darles. Yo lo tuve todo, sobre todo a vosotros, vuestro cariño, amor y paciencia, vuestra sabiduría y presencia, vuestras alas para meterme debajo de ellas y cobijarme cuando el frío hacía temblar hasta los pliegues de mi alma.
Si hoy vierais y fueseis conscientes de como este mundo nos traga y arranca de nuestras raíces, si hoy vieseis que todo por lo que luchasteis se pierde en la nada y muchos para evitarlo no hacen nada…Si hoy miraseis por la ventana de vuestra casa y observaseis como personas de vuestra edad duermen en la calle, mueren en los portales, les pegan y humillan, buscan en los contenedores de basura algo que llevarse a la boca; si hoy presenciaseis que el sudor de vuestra frente se ha convertido en moneda de cambio, que han privatizado e hipotecado vuestra dignidad y que se sigue sin hacer nada; si hoy en el siglo XXI os dijeran que os alumbraríais con velas como antaño, que vuestra pensión no os llegaría ni para pagar las primeras necesidades y que encima no solo tuvieseis bastante con eso, tendríais que ayudar, cuidar y sacar adelante a vuestros hijos, nietos e incluso bisnietos… si hoy vieseis todo esto, seguro que preferiríais quedaros donde estáis. Allí donde el dinero no tiene nombre ni apellidos, donde la decencia existe, donde el respeto ni se compra ni se vende, donde vuestros valores y esencia estarían como cuando erais jóvenes: por encima de la propia muerte.
Y hoy os digo, que yo tampoco esperaba ver estas cosas, jamás imagine que el ser humano albergara tanta crueldad y se quisiera tan poco. Ni por mi mente de escritora, la que busca siempre finales felices después de mil golpes de la vida y dramas desbordados, hubiera imaginado tanto dolor y desprecio por el que tenemos al lado.
Solo quiero deciros que los Gobernantes de este país no hace justicia a los ancianos, que no os valora, que no os tienen en cuenta. Desagradecidos que no se acuerdan que los años de esplendor en los que hemos vivido ha sido gracias a vosotros, a los abuelos y abuelas que os dejasteis la piel y algunos la vida por tener los derechos que tenemos hoy, por tener los privilegios que disfrutamos ahora; aunque desgraciadamente muchos de esos derechos se estan perdiendo y sobre todo esos inmensos valores. Hoy es más importante hacerte una liposucción, aumentar los bíceps y hacerse un selfi que defender nuestros derechos como vosotros y vosotras lo hicisteis y es que parece ser que esta España, mi querida España, esta España nuestra, no tiene tatuada en las mentes y corazones una herencia cultural ni emocional apropiada, ese legado que vosotros y vosotras dejasteis no interesa enseñarlo ni dar con vuestras vivencias clases magistrales.
Menos mal abuelos y abuelas, que yo recuerdo cada gesto de esa buena educación, que todavía tengo el honor de ceder el asiento a quien lo necesite más que yo, que doy las gracias y pido las cosas por favor, que ayudo a quien lo necesita dentro de mis posibilidades y que no miro para otro lado ante la injusticia.  
Tan solo quería deciros, que conmigo no se ha perdido vuestro legado, que soy como me enseñasteis y que practico todos los días para ser mejor persona, aunque a veces me cuesta, pero yo sigo intentándolo. Que voy aprendiendo de mis errores y que procuro vivir sin rencores y si me caigo 20 veces yo me levanto 21 como me enseñasteis ustedes. Y, por último:
A ti Manuel, para mí el futbol y los carnavales, ya no son lo que eran antes, es imposible porque no estás tú en cada partido o viendo al Falla en el Canal Sur.
A ti María, que me harto de dulces por si un día no puedo y por los que no pudiste comerte tú y que sé lo que duelen los hijos.
A ti Marcelino, mi hombre tranquilo, que no encuentro una silla a mi medida, en todas estoy inquieta, como tu silla ninguna.
A ti Ignacia, que no te pude dar ese beso y las gracias y no sabes cuánto lo siento.
Y que sepáis, que a este lado se ha quedado todos y cada uno de vuestros encantos, vuestras risas, vuestros valores, vuestra fuerza, vuestro cariño y amor, aquí están de por vida, en nuestros corazones. Siempre eternos, siempre inmortales.


PD: Os espero en el sueño de siempre. No importa si llegáis con retraso, yo allí estaré.

Sonia Abellán Montero©.
Juan Capirote©.