Tamara Gonzalez Ruiz© |
Te has asomado a esta ventana, supongo que la
curiosidad te ha traído aquí. La curiosidad es algo innato en el ser humano,
hay quien la usa para saciar esa extraña sensación que tenemos de vez en cuando
de querer saber sobre lo desconocido, (ahí suele entrar en conflicto con el
miedo y en ocasiones el intruso gana la batalla) y también podemos utilizarla en modo aprendizaje: “no sé
qué es esto, quiero saber lo que es, quiero aprender” (en mi caso he abusado de
la curiosidad por cuestiones de supervivencia, no me gustaba estar rodeada de
gente inmersa en una conversación en la que no me enteraba de nada y no podía
meter baza, me hacía sentir pequeña, rara en el mal sentido. Con que le ponía
remedio en su momento mirando en enciclopedias, libros… y luego cuando la
tecnología avanzó hasta límites insospechados, buscando por el ciberespacio) o
sencillamente a esta compañera de viaje la manejamos por el simple hecho de
cotillear en las vidas ajenas (esto último es algo muy excitante y a la vez
peligroso, da lugar a meternos en esas vidas sin cita previa y al no estar
invitados pueden darnos una buena patada en nuestro orondo trasero, las consecuencias de esa invasión no suelen ser buenas terminando incluso ante un tribunal en
casos más extremos).
La cuestión es que la curiosidad nos brinda la
oportunidad de hacer y deshacer con ella lo que queramos, moverla a nuestro
antojo. Sobre la mesa nos pone un contrato de por vida con una clausula muy
pequeña que dice: “Ojito con lo que haces conmigo, te puedo llevar al cielo o
directamente al infierno, no me hago responsable del uso que me des, esa responsabilidad
es tan solo tuya. Asume las consecuencias”. Nos autoriza a saber más sea cual sea el
motivo, nos incita a descubrir nuevos horizontes pero…siempre hay un pero.
Pienso que la mejor manera de utilizarla es como
crecimiento personal, para ser mejores
personas y enriquecernos de este rodaje que es la vida. Grandes descubrimientos
a lo largo de la historia han sido llevados a cabo precisamente por la
curiosidad; un día alguien se levantó una mañana y con un café en la mano
recién hecho se preguntó: ¿Qué pasaría si mezclase esto con aquello? Y ¡zas! Apareció la primera vacuna, un gran
hallazgo para nuestra incierta
existencia (me pregunto si algún día alguien inventará la vacuna contra la
estupidez, ojalá mis ojos lo vean).
El problema está cuando la curiosidad cae en manos
de mentes enfermas y sedientas de poder ejerciendo una superioridad
aniquiladora sobre los demás, por ejemplo: Cierta madrugada, el señor o la
señora X necesitaba controlar la humanidad debido a una autoestima arrastrada y
vapuleada por el subsuelo. Quizás creció en una familia desestructurada o se
metían con él en el colegio o simplemente era tan mediocre que nadie le hacía
caso (o bien hay personas que no tienen ninguna patología y si una
predisposición a la maldad, no nos llevemos a engaños, hay gente buena y gente
mala) y dicha madrugada (la taitantas de su biografía existencial) harto o
harta de ese paso por la vida sin pena ni gloria (o con más pena que gloria), comenzó
a trazar un plan en su cabeza llena de agujeros cual colador inerte y su
corazón vacío de amor o lleno de desamor. Posiblemente (digo yo) estaría hasta las orejas de wiski u otros alicientes,
(que lejos de calmar sus ansias de dar la nota lo que hacía era aumentarlas)
actuando como hilo conductor entre ese martilleo constante de su cerebro
irracional y los descosidos y rasgaduras de un alma oscura que ya no había por dónde
cogerla; hecha trizas, tan pasada que
sólo el pensamiento de acariciarla hacía que le saliese un nuevo jirón; cada
vez más difícil de coser. (¡Olalá!…tremendo coctel molotov, un cerebro averiado
con un alma en un desierto sin agua, sin oasis). Fue entonces cuando decidió
fabricar la primera bomba, detonada por alguien que no tuvo lo que había que
tener para acabar con su triste vida y empezó a causar muertes y más muertes a
diestro y siniestro de seres vivos sin nombre. (Y el desgraciado o desgraciada
lo bordó, se proclamó el primer asesino en serie con más muertes a sus espaldas
sin siquiera ensuciarse las manos).
Esta es la curiosidad, parte de nuestro día a día.
Una de las piezas fundamentales que hace que este mundo funcione como un reloj
sincronizado dando cuerda a unas vidas con sentido y otras sin él. Espero que
esa curiosidad que te haya acercado a Mis Mundos “Paralelos”, sea positiva (es
mi única pretensión, no me veo yo con una granada de mano) y haré lo posible
para estar a la altura de tus expectativas deseando que vuelvas a menudo, o por
lo menos alguna vez que otra. Bienvenidos a esta parcela de sentimientos,
pensamientos, curiosidades y desvaríos variados.
Sonia Abellán Montero©
Sonia Abellán Montero©