viernes, 27 de enero de 2017

Y Susanita...se comió al ratón.

Ha pasado muchos años, tantos que no recuerdo exactamente cuando la canción de “Susanita tiene un ratón”, la escuché por primera vez, no sé qué deciros esa fecha  exacta se me escapa por los recuerdos. Lo que sé es que en su momento me parecía muy entrañable; esa Susanita cuidando de un ratoncillo chiquitín, comiendo chocolate, turrón y bolitas de anís. Que contento estaba el pequeño roedor en las manos de Susanita, la niña era su mejor amiga con la que jugaba al ajedrez  y al futbol e iba al cine y al teatro. Ya se le veía a Susanita desde chica esas inquietudes que empezaban a despertarse en nuestras pequeñas mentes como estudiar, leer y jugar a “cosas de chicos”,  somos hijas de la transición y sin saberlo empezamos a ser independientes. Me acuerdo que mi madre leía y mi padre no,  que mi madre tenía un vocabulario muy fluido y rico y el de mi padre era más bien de andar por casa. Que mi padre trabajaba y mi madre estaba en casa, con las tareas del hogar y con sus hijos. Su pequeña vida social con alguna vecina y su amiga de toda la vida. Pero siempre noté que mi madre era diferente al resto y tras el divorcio con mi padre empezó realmente a ser ella misma y de su sayo hizo una capa de súper heroína;  se puso el mundo por montera y empezó su carrera en solitario, la de ser mujer libre pensadora e independiente. Mi referente.
Igual que el resto de mi generación, Susanita fue creciendo, si no me equivoco yo soy un año más mayor que ella. Yo fui a lo mío, a mis cosas, a tomar malas decisiones, a creer en los seres humanos a pesar de los palos, a salir adelante como pude, a tener buenos momentos y no tan buenos, a crecer como persona y llenarme los bolsillos de sueños  sin importarme las adversidades. A seguir con la herencia emocional de mi madre, con la humildad por delante y mis valores y principios tatuados en el alma. Sin hacer grandes cosas, ni recibir premio alguno o reconocimiento público, sin estudiar ninguna carrera pero aprendiendo grandes lecciones en la universidad de la vida.  Fui lo que pude ser, lo que me deje ser y ahora intento ser lo que quiero, pero en esta larga travesía nunca perdí el norte, las estrellas no me cegaron y me dejaron seguir disfrutando del firmamento y el suelo por donde piso. Mis valores e ideales siguieron creciendo y mi mano sigue extendida para quien quiera cogerla.
Pero Susanita, a pesar de crecer en un barrio sevillano humilde, concretamente en Triana; de que su padre fuera fontanero y su madre ama de casa, decidió coger otro camino diferente al mío, estudió, estudió y estudió. Se formó académicamente,  decidió creer en Dios, hasta impartió catequesis, se metió en el mundo de la política y fue Concejala de Igualdad, luchaba por las mujeres, por darnos nuestro lugar. Promulgó a los cuatro vientos que Andalucía era lo primero, mostró su fuerza por encima de los hombres, aquí era ella quien llevaba los pantalones a pesar de los tacones, de los techos de cristal y las barreras macho tectónicas.
Nunca nos cruzamos por la calle, ni siquiera sabe que existo, pero que alegría más grande cuando Susanita llegó a Presidenta de la Junta de Andalucía, una mujer Presidenta.  Se respiraba brisas de cambio, se convirtió en esperanza para las mujeres. De izquierdas, luchadora, estudiosa, inteligente, con carisma, nadie se le sube a la parra, decidida, deslumbrante….que podíamos pedir más, Susanita era la mujer que todas queríamos ser.
Pero de repente y en poco tiempo, empecé a darme cuenta que esta mujer poderosa distaba mucho de aquella niña que cuidaba y mimaba a aquel insignificante ratón. Y comencé a preguntarme que habría sido de él.
Poco a poco Susanita fue entrando en todos los hogares andaluces, con su labia y su elegancia tenía a muchos y muchas encandilados. Tanta perfección era sospechosa, algo estaba fuera de lugar. Hasta que fue destapando su verdadero yo, su soberbia se hizo presente, su mirada desafiaba a cualquiera que pensara diferente, se olvidó de sus raíces, de sus valores y se vendió al mejor postor  y hasta traicionó a los de su propio equipo, sus hermanos y hermanas.  Se casó con un “tieso” de dudoso poder adquisitivo, al parecer el “tieso” no tenía los bolsillos tan vacíos. Sus golpes de pecho cada vez eran más sonoros y más forzados y en varios actos de dominación y egocentrismo  dejó palpable cuál era su objetivo, no era precisamente el que nos vendió puerta por puerta, ella tenía sus miras y es que para Susanita no hay escalera lo suficiente alta ni cabeza que cortar que le importe.
A Susanita se le ha olvidado todas esas entrevistas que en su día tuvo con mujeres que iban buscando ayuda y comprensión. Se le ha olvidado que detrás de ella durante siglos muchas mujeres murieron por conseguir lo que ahora tenemos, lo que tiene ella. Ya no recuerda sus referentes femeninos ni todos esos libros que seguro que leyó, de las biografías de esas mujeres que tanto han aportado a la sociedad. Se le ha olvidado que era una niña de barrio, que proviene de una familia de trabajadores  y que en Andalucía estamos retrocediendo a pasos agigantados. Mira para otro lado cuando se cometen feminicidios, cuando la indigencia se ve por las calles de su tierra día sí y día también y en aumento, cuando los comedores sociales son más necesarios que nunca y la sanidad está prostituida; vuelve la cara cuando los colegios e institutos se caen a pedazos y la educación está siendo exprimida. Ni siquiera presta atención a los ancianos y sus necesidades básicas, da igual si no tienen para comer mientras paguen los impuestos y los recibos de la luz y el agua. Hasta ha perdido su acento andaluz, eso no es andaluz ni es na de na, el  verdadero andaluz y la verdadera andaluza no finge al hablar porque lo hace desde dentro y  a Susanita dentro poco le queda ya, porque tiene tripas por estrenar.
Qué pena Susanita, que desilusión, que tantas mujeres hayamos creído en ti y la única que no ha perdido la fe en ti eres tú misma, crees tanto en ti que te olvidaste de las demás, de lo que juraste y  dejaste en la cuneta de algún cruce de caminos, esa palabra de honor  y lealtad se la llevó el viento, quizás porque juraste tu cargo con la mano derecha.
¡Ay Susanita! ¿Qué tal llevas eso de confesar tus pecados a la Virgen del Rocío mientras tu “tieso” va debajo del paso del Cristo de las Tres Caídas?, ¿cómo puedes dormir tan tranquila si sólo rezas por ti y te olvidaste de rezar por Andalucía?.
Y lo que realmente me ofende, me indigna y me duele, que mi abuela María siempre fue de izquierdas, que votó hasta el último momento a tu partido, que creyó firmemente hasta el día de su muerte que esa flor que llevas por estandarte se convertiría en un campo de libertad, democracia y hermandad. Y que todas esas carencias que María tuvo, esa infancia perdida, esa hambre que pasó y tantas y tantas calamidades,  como las de tantas mujeres, sólo hayan servido para que tengas tú lo que hoy posees: poder, avaricia, ego, vanidad y una superioridad desmedida hacia los demás.
Solo espero que sigas rezando a tus Santos, falta te va a hacer, porque el tiempo probablemente te pagará con la misma moneda y ni todo el dinero y el poder del mundo llenaran ese corazón vacío y ese alma desgastada de tanto usarla engañando a tu pueblo.
Por cierto, como a mí ya no me engañas, ya se lo que pasó con el ratoncito: te lo comiste para que no brillara más que tú como estás haciendo con todos los andaluces. Ese es tu "modus operandi". El grande se come al pequeño, pero no te equivoques ni  te confíes, porque siempre, siempre hay alguien más grande que tú y créeme que Andalucía es inmensamente grande, mucho más de lo que mereces.

PD: La Línea de la Concepción, aunque te pese, también es Andalucía….que eso, eso también se te ha olvidado, menos mal que a mi si me arde la memoria y la sangre de mi tierra que corre por mis venas.


Sonia Abellán Montero©.


SanMar Fotógrafas©.



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