Ha pasado muchos años, tantos que no recuerdo
exactamente cuando la canción de “Susanita tiene un ratón”, la escuché por
primera vez, no sé qué deciros esa fecha exacta se me escapa por los recuerdos. Lo que sé
es que en su momento me parecía muy entrañable; esa Susanita cuidando de un
ratoncillo chiquitín, comiendo chocolate, turrón y bolitas de anís. Que
contento estaba el pequeño roedor en las manos de Susanita, la niña era su
mejor amiga con la que jugaba al ajedrez y al futbol e iba al cine y al teatro. Ya se
le veía a Susanita desde chica esas inquietudes que empezaban a despertarse en
nuestras pequeñas mentes como estudiar, leer y jugar a “cosas de chicos”, somos hijas de la transición y sin saberlo empezamos
a ser independientes. Me acuerdo que mi madre leía y mi padre no, que mi madre tenía un vocabulario muy fluido
y rico y el de mi padre era más bien de andar por casa. Que mi padre trabajaba
y mi madre estaba en casa, con las tareas del hogar y con sus hijos. Su pequeña
vida social con alguna vecina y su amiga de toda la vida. Pero siempre noté que
mi madre era diferente al resto y tras el divorcio con mi padre empezó
realmente a ser ella misma y de su sayo hizo una capa de súper heroína; se puso el mundo por montera y empezó su
carrera en solitario, la de ser mujer libre pensadora e independiente. Mi
referente.
Igual que el resto de mi generación, Susanita fue
creciendo, si no me equivoco yo soy un año más mayor que ella. Yo fui a lo mío,
a mis cosas, a tomar malas decisiones, a creer en los seres humanos a pesar de
los palos, a salir adelante como pude, a tener buenos momentos y no tan buenos,
a crecer como persona y llenarme los bolsillos de sueños sin importarme las adversidades. A seguir con
la herencia emocional de mi madre, con la humildad por delante y mis valores y
principios tatuados en el alma. Sin hacer grandes cosas, ni recibir premio
alguno o reconocimiento público, sin estudiar ninguna carrera pero aprendiendo
grandes lecciones en la universidad de la vida.
Fui lo que pude ser, lo que me deje ser y ahora intento ser lo que
quiero, pero en esta larga travesía nunca perdí el norte, las estrellas no me
cegaron y me dejaron seguir disfrutando del firmamento y el suelo por donde
piso. Mis valores e ideales siguieron creciendo y mi mano sigue extendida para
quien quiera cogerla.
Pero Susanita, a pesar de crecer en un barrio sevillano
humilde, concretamente en Triana; de que su padre fuera fontanero y su madre
ama de casa, decidió coger otro camino diferente al mío, estudió, estudió y
estudió. Se formó académicamente,
decidió creer en Dios, hasta impartió catequesis, se metió en el mundo
de la política y fue Concejala de Igualdad, luchaba por las mujeres, por darnos
nuestro lugar. Promulgó a los cuatro vientos que Andalucía era lo primero,
mostró su fuerza por encima de los hombres, aquí era ella quien llevaba los
pantalones a pesar de los tacones, de los techos de cristal y las barreras macho
tectónicas.
Nunca nos cruzamos por la calle, ni siquiera sabe
que existo, pero que alegría más grande cuando Susanita llegó a Presidenta de
la Junta de Andalucía, una mujer Presidenta.
Se respiraba brisas de cambio, se convirtió en esperanza para las
mujeres. De izquierdas, luchadora, estudiosa, inteligente, con carisma, nadie
se le sube a la parra, decidida, deslumbrante….que podíamos pedir más, Susanita
era la mujer que todas queríamos ser.
Pero de repente y en poco tiempo, empecé a darme
cuenta que esta mujer poderosa distaba mucho de aquella niña que cuidaba y
mimaba a aquel insignificante ratón. Y comencé a preguntarme que habría sido de
él.
Poco a poco Susanita fue entrando en todos los
hogares andaluces, con su labia y su elegancia tenía a muchos y muchas
encandilados. Tanta perfección era sospechosa, algo estaba fuera de lugar.
Hasta que fue destapando su verdadero yo, su soberbia se hizo presente, su
mirada desafiaba a cualquiera que pensara diferente, se olvidó de sus raíces,
de sus valores y se vendió al mejor postor y hasta traicionó a los de su propio equipo,
sus hermanos y hermanas. Se casó con un
“tieso” de dudoso poder adquisitivo, al parecer el “tieso” no tenía los
bolsillos tan vacíos. Sus golpes de pecho cada vez eran más sonoros y más
forzados y en varios actos de dominación y egocentrismo dejó palpable cuál era su objetivo, no era
precisamente el que nos vendió puerta por puerta, ella tenía sus miras y es que
para Susanita no hay escalera lo suficiente alta ni cabeza que cortar que le
importe.
A Susanita se le ha olvidado todas esas entrevistas
que en su día tuvo con mujeres que iban buscando ayuda y comprensión. Se le ha
olvidado que detrás de ella durante siglos muchas mujeres murieron por
conseguir lo que ahora tenemos, lo que tiene ella. Ya no recuerda sus
referentes femeninos ni todos esos libros que seguro que leyó, de las
biografías de esas mujeres que tanto han aportado a la sociedad. Se le ha
olvidado que era una niña de barrio, que proviene de una familia de
trabajadores y que en Andalucía estamos
retrocediendo a pasos agigantados. Mira para otro lado cuando se cometen
feminicidios, cuando la indigencia se ve por las calles de su tierra día sí y
día también y en aumento, cuando los comedores sociales son más necesarios que
nunca y la sanidad está prostituida; vuelve la cara cuando los colegios e
institutos se caen a pedazos y la educación está siendo exprimida. Ni siquiera
presta atención a los ancianos y sus necesidades básicas, da igual si no tienen
para comer mientras paguen los impuestos y los recibos de la luz y el agua.
Hasta ha perdido su acento andaluz, eso no es andaluz ni es na de na, el verdadero andaluz y la verdadera andaluza no
finge al hablar porque lo hace desde dentro y a Susanita dentro poco le queda ya, porque
tiene tripas por estrenar.
Qué pena Susanita, que desilusión, que tantas
mujeres hayamos creído en ti y la única que no ha perdido la fe en ti eres tú
misma, crees tanto en ti que te olvidaste de las demás, de lo que juraste y dejaste en la cuneta de algún cruce de caminos,
esa palabra de honor y lealtad se la
llevó el viento, quizás porque juraste tu cargo con la mano derecha.
¡Ay Susanita! ¿Qué tal llevas eso de confesar tus
pecados a la Virgen del Rocío mientras tu “tieso” va debajo del paso del Cristo
de las Tres Caídas?, ¿cómo puedes dormir tan tranquila si sólo rezas por ti y
te olvidaste de rezar por Andalucía?.
Y lo que realmente me ofende, me indigna y me duele,
que mi abuela María siempre fue de izquierdas, que votó hasta el último momento
a tu partido, que creyó firmemente hasta el día de su muerte que esa flor que
llevas por estandarte se convertiría en un campo de libertad, democracia y
hermandad. Y que todas esas carencias que María tuvo, esa infancia perdida, esa
hambre que pasó y tantas y tantas calamidades, como las de tantas mujeres, sólo hayan servido
para que tengas tú lo que hoy posees: poder, avaricia, ego, vanidad y una
superioridad desmedida hacia los demás.
Solo espero que sigas rezando a tus Santos, falta te
va a hacer, porque el tiempo probablemente te pagará con la misma moneda y ni
todo el dinero y el poder del mundo llenaran ese corazón vacío y ese alma
desgastada de tanto usarla engañando a tu pueblo.
Por cierto, como a mí ya no me engañas, ya se lo que
pasó con el ratoncito: te lo comiste para que no brillara más que tú como estás
haciendo con todos los andaluces. Ese es tu "modus operandi". El grande se come
al pequeño, pero no te equivoques ni te confíes,
porque siempre, siempre hay alguien más grande que tú y créeme que Andalucía es
inmensamente grande, mucho más de lo que mereces.
PD: La Línea de la Concepción, aunque te pese,
también es Andalucía….que eso, eso también se te ha olvidado, menos mal que a
mi si me arde la memoria y la sangre de mi tierra que corre por mis venas.
Sonia Abellán Montero©.
Sonia Abellán Montero©.
SanMar Fotógrafas©. https://www.youtube.com/watch?v=ZuhzHGOrnYk |