Muchas veces hablamos de nuestra procedencia, y nos
preguntan ¿dónde naciste?, ¿de dónde eres?…normalmente en ese primer contacto te
identifican o más bien, empiezan a juzgarte sacando conclusiones que a veces,
no son acertadas. Yo me considero ciudadana del mundo, independientemente del
cariño o apego que siento hacia la tierra donde nací o me crié. Una no elige su
lugar de nacimiento y es curioso no podemos elegir dónde venimos al mundo y sin
embargo en según qué circunstancias es más fácil escoger donde morir. Realmente
no me he parado a pensar si pudiera ser una de las elegidas y escoger en esa
Odisea llamada muerte, en qué lugar me gustaría decir “nos vemos en los bares”;
de ese último “hasta luego” lo único que tengo claro es que quiero estar cerca
de mis seres queridos. Yo nací en un pueblo de Francia, mis padres eran
emigrantes y como tantos tuvieron que irse de una España negra donde lo mismo
podías morir de hambre que fusilado. Con casi 4 años fui trasplantada a Huesca,
allí crecí y me medio forme como persona. Cuando mis ramas empezaron a asomar
por la copa llena de pajaritos, volví a
cambiar de tierra, de abono y fertilizantes. De Aragón viajé a Andalucía,
concretamente a La Línea de la Concepción. Si me preguntas que me siento, si
quieres saber hacía que lado la sangre de mis venas corre más rápido, es hacia
el mar. Es cierto que añoro la nieve
(cuanto más mayor soy, más deseo volver a tocarla), echo de menos el casco
antiguo y sus calles empedradas, la casa de mis abuelos, extraño mi infancia y
adolescencia, las gentes del norte, la magia… pero no puedo evitar tener
debilidad por el sur y su embrujo, aquí están mis pilares más fuertes, los
brazos de mi madre. Yo necesito salir por la mañana a la calle y oler a sal.
Necesito escuchar las olas del mar y que su espuma me acaricie los pies. Me
gusta asomarme a la ventana y ver el Peñón, guardián del Estrecho y de sus dos
mares. Decirle a un amigo “illo luego hablamos”, escuchar flamenco proveniente
de la casa de alguna vecina, tener el privilegio de ver a diario el azul del
cielo más bonito, más luminoso que yo pueda ver. Este azul que ni siquiera el
levante puede tapar del todo, ni los temporales porque se ha quedado tatuado en
mi mirada. Me gusta ver pasar la gente mientras tomo café en una terraza (aquí
casi todo el año es primavera). Mientras lo hago observo sus movimientos, su
lenguaje no verbal; en ocasiones veo la preocupación en las pisadas,
arrastradas por el asfalto. Veo la tristeza en cada arruga de la cara y en cada
cana del pelo, los dolores de huesos en las almas, noto la paciencia infinita que tienen las
gentes de mi pueblo a pesar del estigma que llevamos marcado a fuego en las
espaldas, una cruz a cuestas que pesa demasiado, que dura demasiado, que
tortura demasiado. Somos lo más parecido a un toro de lidia, un día nos
soltaron al ruedo para maltratarnos, humillarnos, ponernos banderillas hasta en
los ojos, darnos pases de muleta con capote de espinas, difamando nuestra honra
mientras nuestro sudor y lágrimas se derraman en la arena clavándonos lanzas
desde las alturas y acorralándonos para darnos la estocada de gracia, queriendo
arrebatar nuestro futuro que aunque incierto y nublado, es nuestro.
Pero lo que no saben es que aunque quieran tratarnos
como a ganado, no lo somos, que por mucho que lo intenten nos sobra amor propio,
hasta los toros más nobles se revuelven. Nos sobran pantalones, faldas y
camisas para partirnos, nos sobran sonrisas por muchos puñales en la nuca que
nos den, nos sobran palmas para aplaudirnos los unos a los otros y hasta cortes
de manga con el “corazón” levantado si se presta la ocasión. Nos sobra el sentido
del ridículo porque nos da igual si hay quien cree que lo hacemos, nos pasamos
por las puertas de Hércules lo que piensen de nosotros porque quien nos
ridiculiza y pisotea nunca tendrán la fortuna de sentir como siente un y una
linense: con el alma, con el corazón, con cada poro de nuestra piel, con la
respiración, con los abrazos, con los apretones de mano, con el pasado siempre
presente, con el futuro aunque venga descalzo, a cámara muy lenta y sobre
ascuas todavía encendidas. Sentimos con el levante y el poniente bailándole las
aguas a los que van de falsos profetas fuera de nuestra frontera. Sentimos con
el sonido de las sirenas de los barcos, con la pena del amigo, la alegría del
desconocido, con las colas interminables para ir a trabajar al extranjero ya
que nuestros representantes no tienen lo que tienen que tener para darnos la dignidad
que merecemos. Sentimos con la peste de refinería, ese hedor que nos deja de
herencia enfermedad. Nos duele la caída de la libra la verdadera moneda oficial
para muchos. Sentimos con el contrabando pero el de sentimientos, ese
contrabando que hacen con nosotros el Gobierno Central, la Junta de Andalucía y
hasta nuestra propia Alcaldía. Sentimos con el tráfico de información el que
dan las televisiones basura, tanto las nacionales como la autonómica, esa
televisión de la que no me siento parte, gracias a ese tráfico con el que ganan
dinero presentadores y presentadoras de programas donde se trapichea con las
vidas, los sentimientos y la ignorancia de las personas. De ese tráfico humano,
nadie habla y para mí eso también es delinquir.
Sentimos con la
distancia que hay entre el resto de España y nosotros, no la de los
kilómetros, si no la distancia emocional, la carencia de empatía hacia este
pueblo. Esos Españoles que se creen a pies juntillas todo lo que sale en las
noticias, pensando que somos unos parias, unos desterrados… cuando no son
capaces de mirar su propio ombligo y es que será que en el resto de España no
se trafica con drogas, no hay prostitución
ni delincuencia y no voy a caer en la bajeza de decir nombres de ciudades y
capitales porque a mí para defender lo mío no me hace falta echarle mierda
encima a los demás. Porque si algo me ha enseñado “La Línea de la Condenación”
como la llaman algunos por estar condenada al olvido, si algo he aprendido en
esta ciudad, es a ser valiente, prudente y tener mi casa llena de valores aun
teniendo la nevera temblando a fin de mes.
Siento tanto a mi Línea, a mi “Salvaora”, que quien
se mete o se ríe con ella y de ella, lo hace con los y las linenses, se mete
con mi madre, con mi hijos, con mis hermanos los de sangre y los de sal, con
mis amigos, con mi pareja, con toda mi vida entera, porque un día entré por las
puertas de esta humilde casa sin llamar, sin pedir permiso y desde el primer
instante me sentí parte de un todo, por primera vez en la vida nadie me dijo
este no es tu sitio ni me pidió una carta de presentación y es que de tantas
cosas bonitas que tienen sus gentes una de ellas es la tolerancia y el respeto
y las puertas de sus vidas abiertas de par en par.
Así que es de bien nacida ser agradecida, por eso hoy, voy a enfundarme el traje de la
gratitud, empuñar las armas de la verdad y la lealtad para defender a esta
ciudad con uñas y dientes, a capa y espada y por encima de todo y todos. A esos
títeres de feria, en especial a dos de ellos, les digo lo siguiente: Ana Rosa,
que bonito es ir a Sotogrande muy cerquita de mi Línea y tomarte un café que
seguramente te lo ha hecho alguien de mi ciudad, o comerte una ensalada que te
ha preparado un o una linense o llegar a
tu casa y encontrarla limpia porque a lo mejor
una mujer de La Línea te ha quitado tus mierdas, que tú también las
tienes, muchos sabemos cómo se alcanzan según que puestos. Ya ves no somos tan
tontos como tú te crees y voy a avisarte
con antelación de que esta declaración escrita tiene copyright, no vaya ser que
vuelvas a caer en según qué tentaciones que también son delito, igual que pasar
4 cartones de tabaco por la aduana, aunque incluso lo tuyo es peor, no se debe
apropiar una de lo que no es suyo, por lo menos eso es lo que mi madre me
enseñó. Y a ti, Juan y menos de tres cuartos, si querías ser payaso haber
tenido la valentía de darle la mala noticia a tu familia (porque serías una auténtica
vergüenza para tan digna profesión), si quieres hacer una mofa, un gracia, hazla de ti, de tu propia
existencia, de los tuyos, no olvides que La Línea también es Andalucía, que
antes de hablar así de nosotros primero, lávate la boca y segundo cómprate un
alma nueva aunque sea de rebajas, no se debe
hablar así de un sitio que no conoces o apenas conoces y que de seguro
te hubiera recibido con los brazos abiertos. Ahora te has ganado a pulso que si
vienes por aquí sea por la puerta trasera como un delincuente, (que a lo mejor
ya lo has hecho buscando a saber que) y sinceramente tú te lo pierdes, sobre
todo porque en La Atunara te hubieras podido comer el mejor pescaito frito, pescaito cogido en nuestra mar por pescadores que trabajan de sol a sol
(aquí se trabaja también y mucho) y que seguramente jamás te has comido en otro
lado algo tan bueno y con un trato afable, como se trata a los amigos.
Sólo me queda decir que lo único que siento es no
poder deciros esto mirándoos a los ojos, como hacemos por aquí. Deciros en
igualdad de condiciones ósea con los bolsillos vacíos, que soy de La Línea de la Concepción aunque no he nacido
aquí me siento linense por los cuatro puntos cardinales de mi cuerpo, porque
los y las de La Línea…nacemos donde nos sale de los “cohones” y de los ovarios.
Lo siento “pischas” y “xoxetes”…no tor mundo puede se de La Línea, hay que
estar hecha de otra pasta, de coraje, coraje para salir adelante no sólo sin
ayuda de nadie si no encima aguantando las miserias de otros y eso…eso no lo
hace cualquiera, solo lo consiguen los dignos, los elegidos. Mi gente buena.
PD: Que la Diosas se pongan de mi parte para cumplir
mis objetivos, que el cosmos conspire a mi favor para que en cada letra, en
cada sentimiento que transmita se sepa de donde soy, se sepa que quien firma lo
escrito es de LA LINEA DE LA CONCEPCION.
Sonia Abellán Montero©