domingo, 2 de octubre de 2016

Desde La Línea con mucho amor...propio.


Muchas veces hablamos de nuestra procedencia, y nos preguntan ¿dónde naciste?, ¿de dónde eres?…normalmente en ese primer contacto te identifican o más bien, empiezan a juzgarte sacando conclusiones que a veces, no son acertadas. Yo me considero ciudadana del mundo, independientemente del cariño o apego que siento hacia la tierra donde nací o me crié. Una no elige su lugar de nacimiento y es curioso no podemos elegir dónde venimos al mundo y sin embargo en según qué circunstancias es más fácil escoger donde morir. Realmente no me he parado a pensar si pudiera ser una de las elegidas y escoger en esa Odisea llamada muerte, en qué lugar me gustaría decir “nos vemos en los bares”; de ese último “hasta luego” lo único que tengo claro es que quiero estar cerca de mis seres queridos. Yo nací en un pueblo de Francia, mis padres eran emigrantes y como tantos tuvieron que irse de una España negra donde lo mismo podías morir de hambre que fusilado. Con casi 4 años fui trasplantada a Huesca, allí crecí y me medio forme como persona. Cuando mis ramas empezaron a asomar por la copa llena de pajaritos,  volví a cambiar de tierra, de abono y fertilizantes. De Aragón viajé a Andalucía, concretamente a La Línea de la Concepción. Si me preguntas que me siento, si quieres saber hacía que lado la sangre de mis venas corre más rápido, es hacia el mar.  Es cierto que añoro la nieve (cuanto más mayor soy, más deseo volver a tocarla), echo de menos el casco antiguo y sus calles empedradas, la casa de mis abuelos, extraño mi infancia y adolescencia, las gentes del norte, la magia… pero no puedo evitar tener debilidad por el sur y su embrujo, aquí están mis pilares más fuertes, los brazos de mi madre. Yo necesito salir por la mañana a la calle y oler a sal. Necesito escuchar las olas del mar y que su espuma me acaricie los pies. Me gusta asomarme a la ventana y ver el Peñón, guardián del Estrecho y de sus dos mares. Decirle a un amigo “illo luego hablamos”, escuchar flamenco proveniente de la casa de alguna vecina, tener el privilegio de ver a diario el azul del cielo más bonito, más luminoso que yo pueda ver. Este azul que ni siquiera el levante puede tapar del todo, ni los temporales porque se ha quedado tatuado en mi mirada. Me gusta ver pasar la gente mientras tomo café en una terraza (aquí casi todo el año es primavera). Mientras lo hago observo sus movimientos, su lenguaje no verbal; en ocasiones veo la preocupación en las pisadas, arrastradas por el asfalto. Veo la tristeza en cada arruga de la cara y en cada cana del pelo, los dolores de huesos en las almas,  noto la paciencia infinita que tienen las gentes de mi pueblo a pesar del estigma que llevamos marcado a fuego en las espaldas, una cruz a cuestas que pesa demasiado, que dura demasiado, que tortura demasiado. Somos lo más parecido a un toro de lidia, un día nos soltaron al ruedo para maltratarnos, humillarnos, ponernos banderillas hasta en los ojos, darnos pases de muleta con capote de espinas, difamando nuestra honra mientras nuestro sudor y lágrimas se derraman en la arena clavándonos lanzas desde las alturas y acorralándonos para darnos la estocada de gracia, queriendo arrebatar nuestro futuro que aunque incierto y nublado, es nuestro.
Pero lo que no saben es que aunque quieran tratarnos como a ganado, no lo somos, que por mucho que lo intenten nos sobra amor propio, hasta los toros más nobles se revuelven. Nos sobran pantalones, faldas y camisas para partirnos, nos sobran sonrisas por muchos puñales en la nuca que nos den, nos sobran palmas para aplaudirnos los unos a los otros y hasta cortes de manga con el “corazón” levantado si se presta la ocasión. Nos sobra el sentido del ridículo porque nos da igual si hay quien cree que lo hacemos, nos pasamos por las puertas de Hércules lo que piensen de nosotros porque quien nos ridiculiza y pisotea nunca tendrán la fortuna de sentir como siente un y una linense: con el alma, con el corazón, con cada poro de nuestra piel, con la respiración, con los abrazos, con los apretones de mano, con el pasado siempre presente, con el futuro aunque venga descalzo, a cámara muy lenta y sobre ascuas todavía encendidas. Sentimos con el levante y el poniente bailándole las aguas a los que van de falsos profetas fuera de nuestra frontera. Sentimos con el sonido de las sirenas de los barcos, con la pena del amigo, la alegría del desconocido, con las colas interminables para ir a trabajar al extranjero ya que nuestros representantes no tienen lo que tienen que tener para darnos la dignidad que merecemos. Sentimos con la peste de refinería, ese hedor que nos deja de herencia enfermedad. Nos duele la caída de la libra la verdadera moneda oficial para muchos. Sentimos con el contrabando pero el de sentimientos, ese contrabando que hacen con nosotros el Gobierno Central, la Junta de Andalucía y hasta nuestra propia Alcaldía. Sentimos con el tráfico de información el que dan las televisiones basura, tanto las nacionales como la autonómica, esa televisión de la que no me siento parte, gracias a ese tráfico con el que ganan dinero presentadores y presentadoras de programas donde se trapichea con las vidas, los sentimientos y la ignorancia de las personas. De ese tráfico humano, nadie habla y para mí eso también es delinquir.
Sentimos con la  distancia que hay entre el resto de España y nosotros, no la de los kilómetros, si no la distancia emocional, la carencia de empatía hacia este pueblo. Esos Españoles que se creen a pies juntillas todo lo que sale en las noticias, pensando que somos unos parias, unos desterrados… cuando no son capaces de mirar su propio ombligo y es que será que en el resto de España no se trafica con drogas, no hay  prostitución ni delincuencia y no voy a caer en la bajeza de decir nombres de ciudades y capitales porque a mí para defender lo mío no me hace falta echarle mierda encima a los demás. Porque si algo me ha enseñado “La Línea de la Condenación” como la llaman algunos por estar condenada al olvido, si algo he aprendido en esta ciudad, es a ser valiente, prudente y tener mi casa llena de valores aun teniendo la nevera temblando a fin de mes.
Siento tanto a mi Línea, a mi “Salvaora”, que quien se mete o se ríe con ella y de ella, lo hace con los y las linenses, se mete con mi madre, con mi hijos, con mis hermanos los de sangre y los de sal, con mis amigos, con mi pareja, con toda mi vida entera, porque un día entré por las puertas de esta humilde casa sin llamar, sin pedir permiso y desde el primer instante me sentí parte de un todo, por primera vez en la vida nadie me dijo este no es tu sitio ni me pidió una carta de presentación y es que de tantas cosas bonitas que tienen sus gentes una de ellas es la tolerancia y el respeto y las puertas de sus vidas abiertas de par en par.
Así que es de bien nacida ser agradecida,  por eso hoy, voy a enfundarme el traje de la gratitud, empuñar las armas de la verdad y la lealtad para defender a esta ciudad con uñas y dientes, a capa y espada y por encima de todo y todos. A esos títeres de feria, en especial a dos de ellos, les digo lo siguiente: Ana Rosa, que bonito es ir a Sotogrande muy cerquita de mi Línea y tomarte un café que seguramente te lo ha hecho alguien de mi ciudad, o comerte una ensalada que te ha preparado un o una  linense o llegar a tu casa y encontrarla limpia porque a lo mejor  una mujer de La Línea te ha quitado tus mierdas, que tú también las tienes, muchos sabemos cómo se alcanzan según que puestos. Ya ves no somos tan tontos como tú te crees y  voy a avisarte con antelación de que esta declaración escrita tiene copyright, no vaya ser que vuelvas a caer en según qué tentaciones que también son delito, igual que pasar 4 cartones de tabaco por la aduana, aunque incluso lo tuyo es peor, no se debe apropiar una de lo que no es suyo, por lo menos eso es lo que mi madre me enseñó. Y a ti, Juan y menos de tres cuartos, si querías ser payaso haber tenido la valentía de darle la mala noticia a tu familia (porque serías una auténtica vergüenza para tan digna profesión), si quieres hacer una mofa,  un gracia, hazla de ti, de tu propia existencia, de los tuyos, no olvides que La Línea también es Andalucía, que antes de hablar así de nosotros primero, lávate la boca y segundo cómprate un alma nueva aunque sea de rebajas, no se debe  hablar así de un sitio que no conoces o apenas conoces y que de seguro te hubiera recibido con los brazos abiertos. Ahora te has ganado a pulso que si vienes por aquí sea por la puerta trasera como un delincuente, (que a lo mejor ya lo has hecho buscando a saber que) y sinceramente tú te lo pierdes, sobre todo porque en La Atunara te hubieras podido comer el mejor pescaito frito,  pescaito cogido en nuestra mar  por pescadores que trabajan de sol a sol (aquí se trabaja también y mucho) y que seguramente jamás te has comido en otro lado algo tan bueno y con un trato afable, como se trata a los amigos.
Sólo me queda decir que lo único que siento es no poder deciros esto mirándoos a los ojos, como hacemos por aquí. Deciros en igualdad de condiciones ósea con los bolsillos vacíos, que soy de  La Línea de la Concepción aunque no he nacido aquí me siento linense por los cuatro puntos cardinales de mi cuerpo, porque los y las de La Línea…nacemos donde nos sale de los “cohones” y de los ovarios. Lo siento “pischas” y “xoxetes”…no tor mundo puede se de La Línea, hay que estar hecha de otra pasta, de coraje, coraje para salir adelante no sólo sin ayuda de nadie si no encima aguantando las miserias de otros y eso…eso no lo hace cualquiera, solo lo consiguen los dignos, los elegidos. Mi gente buena.
PD: Que la Diosas se pongan de mi parte para cumplir mis objetivos, que el cosmos conspire a mi favor para que en cada letra, en cada sentimiento que transmita se sepa de donde soy, se sepa que quien firma lo escrito es de LA LINEA DE LA CONCEPCION.
 

 







Sonia Abellán Montero©